Capítulo III: Mangetsu (満月, Luna Llena)
El mausoleo del clan Houzuki estaba alejado de Kirigakure, en un claro donde solamente se alzaba una pagoda bañada por la luz de la luna. El fuerte viento que azotaba con dureza estas tierras dificultaba que las nubes pudiesen esconderla.
De vez en cuando visitaba este lugar, prohibido para cualquier ajeno al clan, era tranquilo y me ofrecía una serenidad que no podía tener en ningún otro sitio. Solo los Houzuki que habían pasado a la historia bajo el servicio de la Aldea Oculta de la Niebla estaban enterrados aquí. La tumba del Nidaime Mizukage se encontraba en lo alto, en el último piso.
―Los tiempos cambian... Gengetsu... ¿Qué harías...?
Exhalé un suspiro, para después ponerme de cuclillas delante de la lápida, pensativo. Al cabo de unos segundos encendí un incienso que tardó poco tiempo en inundar la cámara con su esencia.
―Es una pena que no puedas ver como la decadencia corroe este mundo poco a poco por culpa de quienes añoran la paz… En el momento en que las guerras acaben… Todo llegará a su fin…
Desvié la mirada hacia otra tumba que se hallaba en el fondo del salón, escondida por la oscuridad, donde la luz de la luna que se abría paso a través de los ventanales era incapaz de alcanzar.
―Y tú, necio… El único que consiguió dominar todas… Si tu muerte no hubiese llegado tan prematuramente… Ahora el clan, no... Kiri sería tuya…
Pero aunque pudiese llegar a sentir rabia y frustración por su muerte, ya había asumido que nada podía cambiar. La historia estaba escrita para todos. Realicé una reverencia en señal de respeto a los difuntos y abandoné la pagoda para regresar de vuelta a Kirigakure.
. . .
Y de rojo se tiñe la luna, dibujando con sangre su imagen en el agua.
